El amor es
un sentimiento que una persona experimenta hacia otra cuando ésta le provoca felicidad, placer y bienestar. Cuando un ser
humano ama a alguien, intenta generar en el otro aquellas cosas positivas que
siente en su interior. Platónico, por su parte, es
un adjetivo que
alude a lo que está vinculado a la doctrina del filósofo griego Platón y a aquello que resulta sincero y desinteresado.
La idea de amor platónico, de este modo, se asocia
al concepto de relación amorosa planteado por Platón en “Fedro” y “El banquete”. Para el
filósofo, el amor surge del deseo de descubrir y admirar la belleza. El proceso se inicia cuando
alguien aprecia la belleza física y después progresa hacia la belleza
espiritual.
El estadio máximo del amor platónico implica
la admiración pura, pasional y desprendida de la esencia de la
belleza. Dicha esencia es eterna, perfecta e inalterable y no
incluye un interés de tipo sexual. El amor platónico no se orienta a la persona, sino a la belleza en sí
misma.
En un nivel más simple, se entiende que el amor
platónico es aquel que se idealiza y
que no abarca el deseo sexual. Por extensión, en el lenguaje coloquial se menciona el amor
platónico como el sentimiento romántico que se tiene por una
persona que, por algún motivo, resulta inalcanzable. Por lo tanto,
dicho amor no puede incluir un vínculo sexual.
El amor platónico es muy común durante la adolescencia, etapa en la cual las
personas comenzamos a conocernos más desde un punto de vista emocional, y muy a
menudo nos enamoramos de artistas famosos, de nuestros profesores o de algún
adulto con quien no sea posible estar, por diferente razones sociales.
Es muy importante resaltar que esta idea de un amor
imposible de alcanzar o no correspondido con la cual se define el concepto de
amor platónico en el habla cotidiana no es correcta, ya que no tiene relación
con lo descrito en los diálogos platónicos mencionados
más arriba, que tiene un enfoque filosófico muy diferente.
Según Platón, al encontrarnos con la belleza surge
en nosotros el amor, que puede definirse como el impulso o la determinación que
nos empujan a conocerla y contemplarla. Se trata de una serie de fases que se
dan de forma gradual; en cada una de ellas, el ser humano aprecia un tipo de
belleza en particular, como podemos ver a continuación:
* La belleza corporal: esta primera fase puede
dividirse en dos pasos, ya que en primer lugar sentimos amor por un cuerpo
bello en particular, y luego apreciamos la belleza física en general;
* La belleza de las almas: una vez que hemos atravesado
la apreciación del aspecto físico
de una persona, comenzamos a enfocarnos en su interior, en el plano moral y
cultural, y así el amor puede trascender la carne y apuntar al alma;
* La belleza de la sabiduría: la admiración del espíritu
conduce a un amor por los conocimientos, algo que va más allá de la servidumbre
concreta de los seres;
* La belleza en sí misma: si hemos sido capaces de
superar cada una de las fases anteriores, entonces se revela ante
nosotros el amor por la belleza en sí misma, desprendida de
cualquier objeto o sujeto.
Es el nivel de amor supremo.
Este último paso se caracteriza por conocer de forma
apasionada, desinteresada y pura la belleza, un sentimiento que no se
corrompe ni se ve alterado con el paso del tiempo, y que
también apunta a la causa y el origen de dicha belleza, la cual es única en sí
misma. Por lo tanto, no se trata de un amor imposible, sino de uno que se basa
en la apreciación de las ideas y las formas perfectas, inteligibles y eternas.
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